VII Semana de Pascua


La ascensión del Señor no es el final de su presencia entre los hombres, sino el comienzo de una nueva forma de relacionarse con nosotros. Cristo resucitado da a sus discípulos las últimas recomendaciones y se eleva al cielo. Su mandato es claro y sigue vigente. Hoy también nuestra sociedad necesita mensajeros que anuncien y defiendan los valores evangélicos por todos los caminos del mundo. 
La despedida de Jesús va acompañada de palabras de ánimo y de la promesa del Espíritu Santo. Su acción hará posible el testimonio y la tarea a la que Dios nos llama tras la ascensión de su Hijo.
 En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Salmo

 Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas


Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. 

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