La
ascensión del Señor no es el final de su presencia entre los hombres, sino el
comienzo de una nueva forma de relacionarse con nosotros. Cristo resucitado da
a sus discípulos las últimas recomendaciones y se eleva al cielo. Su mandato es
claro y sigue vigente. Hoy también nuestra sociedad necesita mensajeros que
anuncien y defiendan los valores evangélicos por todos los caminos del mundo.
La despedida de Jesús va acompañada de palabras de
ánimo y de la promesa del Espíritu Santo. Su acción hará posible el testimonio
y la tarea a la que Dios nos llama tras la ascensión de su Hijo.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo
entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se
salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les
acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas
nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les
hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de
Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor
cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Salmo
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
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