La
Iglesia entera, y nosotros con ella, nos alegramos hoy en esta Fiesta de Todos
los Santos, que reúne en un sólo día a todos los hombres y mujeres que, fieles
al Amor a Dios y a los hombres, han sabido vivir esa llamada continua de
entrega y de testimonio.
Los
Santos destacan, sobre todo, porque sirven sin medida, porque su única bandera
es servir a los demás como lo hizo Jesús durante toda su vida.
En
este día celebramos que todos estamos llamados a ser santos. Estamos llamados a
vivir más plenamente en el amor de Dios y de los hermanos.
Gracias
a tantas personas buenas que han vivida a nuestro lado y nos han precedido en
la fe, sabemos que la santidad no es algo irreal, sino que es una llamada de
Dios para todos nosotros, una oferta de amor y de fidelidad, que nos compromete
a vivir en autenticidad y plenitud.
Os
animo a vivir este día con alegría, con mucha alegría. Que nos sintamos felices
por amar a Dios; que Cristo, pan de vida, sea la alegría y la unidad de
nuestros corazones.
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