El significado salvífico de la Presentación de la Virgen en el
Templo de Jerusalén.
Los padres de María, como buenos
israelitas, fueron a presentar a su hija a Dios en el templo de Jerusalén. Un
gesto que venía acompañado por una ofrenda a Dios por el regalo que suponía
haber engendrado a una hija, y como purificación por los pecados de los padres.
La misma tradición que nos habla de San Joaquín y Santa Ana como padres de la Virgen María, es la que nos da noticia de que María, al ser presentada a Dios por sus padres en el templo de Jerusalén, se quedó a servir en el templo ayudando en su cuidado, concretamente colaborando en el tejido de los velos del Sancta Sanctorum. Por eso María tenía promesa de virginidad, aunque fuera a casarse con José; había hecho la opción de ser una de las vírgenes que ayudaban en el templo tejiendo los velos. Pero Dios le va a cambiar los planes, le da otra vocación: ser virgen que cuida, no de los vestidos y velos del antiguo templo (que se rasgará tras la muerte de Cristo), sino del Nuevo Templo de Dios, que no es el tabernáculo del templo de Jerusalén, sino la carne humana de Dios: María la tejió en su seno.
La misma tradición que nos habla de San Joaquín y Santa Ana como padres de la Virgen María, es la que nos da noticia de que María, al ser presentada a Dios por sus padres en el templo de Jerusalén, se quedó a servir en el templo ayudando en su cuidado, concretamente colaborando en el tejido de los velos del Sancta Sanctorum. Por eso María tenía promesa de virginidad, aunque fuera a casarse con José; había hecho la opción de ser una de las vírgenes que ayudaban en el templo tejiendo los velos. Pero Dios le va a cambiar los planes, le da otra vocación: ser virgen que cuida, no de los vestidos y velos del antiguo templo (que se rasgará tras la muerte de Cristo), sino del Nuevo Templo de Dios, que no es el tabernáculo del templo de Jerusalén, sino la carne humana de Dios: María la tejió en su seno.
Y esa carne
humana de Dios, que es Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el
nuevo lugar donde los hombres se encontrarán con Dios, es en Jesucristo donde
se establece la nueva relación de Dios con los hombres. Y esa carne humana de
Dios ofrecida en la cruz dará origen a la Iglesia; por lo que María, que es la
Madre de la carne humana de Cristo, es la Madre de la Iglesia.
Toda esta
teología mariana queda bellamente expresada por el padre Rupnik en el mosaico
de la parroquia de Santa María Madre de la Iglesia. Una obra que el artista
denomina cariñosamente “la Virgen
tejedora”. Se puede apreciar como María lleva en su mano derecha unos
ovillos de lana. Es una imagen usada por los Padres siriacos del s.IV,
especialmente por San Efrén. Igual que una madre teje los vestidos de su futuro
hijo, María teje el “vestido” humano de Dios, teje en su seno la carne humana
de Cristo.
Y con la mano
izquierda, María señala la herida de la lanzada de su hijo en la Cruz,
indicándonos dónde está la salvación, donde nace la Iglesia. El gesto de la
mano izquierda recuerda el icono de Constantinopla, conocido como la Hodighítria
(=”la que conduce el camino”). Imita con la mano el gesto sacerdotal que
acompaña en la divina liturgia bizantina las palabras de la consagración. La Hodighítria muestra, en efecto, el
camino que es Cristo, y se presenta así como el símbolo de toda la Iglesia que
conduce a través de los siglos a todos los cristianos hacia su Salvador.
Vemos,
por tanto, que el misterio salvífico de la vida de María se inicia en su
Concepción inmaculada, pasando por su Presentación en el templo y posterior
misterio de la Anunciación del ángel, y culminando con su presencia
corredentora al pie de la Cruz.
Articulo realizado por:
D. Javier Perez Mas
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