Clausura del Año de la Misericordia


El próximo 20 de noviembre, el Papa Francisco clausurará en Roma el Año de la Misericordia. En nuestra diócesis también celebraremos esta clausura en la Basílica del Pilar, el mismo día 20, a las 17h, con nuestro arzobispo D. Vicente, y a nivel de parroquia lo haremos en las Misas de 11h y 13h de ese mismo día.
            Ante este final que se aproxima del Año de la Misericordia, es oportuno destacar que son muchos los frutos del Espíritu Santo experimentados en este año de Gracia que se podrían compartir, aunque si alguno destaca sobre el resto, por su magnitud, es la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Cracovia, donde el Papa reunió a casi dos millones de jóvenes.
            Pero quizás hay un fruto que pasa más desapercibido a los ojos del mundo, pero que tiene un calado mayor: la obra de amor que el Espíritu Santo ha hecho en cada uno de nosotros, convirtiendo nuestro corazón. A través del impulso, de las palabras y, sobre todo, de los gestos del Papa Francisco, todos nos hemos sentido llamados a dar un paso al frente en nuestro compromiso de vivir la misericordia, de tenerla como el gran reto de nuestra vida cristiana.
            Desde esta perspectiva, no podemos conformarnos con pensar que hemos aprovechado este año jubilar que termina gracias a las obras de misericordia que hemos hecho. Nos habrá sido de verdadero provecho si la misericordia es lo que, a partir de ahora, determina nuestra vida cotidiana, nuestras decisiones y comportamientos; es decir, si nuestra vida busca ser fiel al Evangelio de la misericordia.
La misericordia ha de ser la viga maestra que sostenga la vida de nuestra parroquia. Todas nuestras tareas deberían estar revestidas por la ternura, nada en nuestro testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de nuestra parroquia pasa a través de este camino de amor misericordioso y compasivo.

Puede parecernos que esta responsabilidad a nivel parroquial es tarea que recae en el equipo de Cáritas. Y es verdad que este Servicio es el buque insignia de la misericordia en nuestra parroquia. Pero todos los grupos parroquiales están llamados a tener un deseo inagotable de brindar misericordia en sus diferentes tareas: la misericordia no es sólo ayudar a los necesitados en cuestiones materiales, también es ayudar a los novios y matrimonios a descubrir la belleza del encuentro con Cristo y con el otro; y que gran obra de misericordia es, hoy día, facilitar a los niños y jóvenes un camino que les lleve a encontrar la felicidad junto a Cristo, en un ambiente muchas veces hostil al Evangelio; o estar cerca de los enfermos, etc.

Resultado de imagen de obras de misericordiaNo hay que olvidar que el término “miseri-cordia” viene del latín, y significa etimológicamente “dar el corazón al mísero”, al que tiene cualquier tipo de necesidad. Según como ejerzamos esta entrega de nuestra vida a los demás, seremos signos o antisignos, roca en la que apoyarse o piedra de tropiezo; según como vivamos el servicio al prójimo seremos evangelio o antievangelio, buena o mala noticia. El Papa Francisco habla de la necesidad de que haya comunidades cristianas samaritanas, verdaderos “hospitales de campaña”, capaces de salir a las periferias del sufrimiento para sanar heridas, curar, para dar calor a tantas familias, y nuestra parroquia no es ajena a esta llamada del Papa. Reproduzcamos en nuestra vida la figura del Buen Samaritano, no pasemos de largo ante tanta necesidad. Como nos dice el Papa en la Carta del Año de la Misericordia: no caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo” (El rostro de la Misericordia nº 15).
¡Rebelémonos contra la globalización de la indiferencia! Parafraseando la parábola evangélica de la “oveja perdida”: ¡de cien ovejas, en nuestra parroquia nos importan las cien! El ser responsables de la felicidad del prójimo es una exigencia ineludible de nuestro ser miembros de la parroquia de la Presentación de la Virgen. En esta línea, dice el Papa Francisco: “La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos. Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar el amor misericordioso de los cristianos.” (El rostro de la Misericordia nº 9). El Señor nos pregunta, como le pregunto a Caín: “¿Dónde está tu hermano? No puedo responderle desde mi indiferencia: “¿acaso soy responsable de mi hermano?”; sino desde la misericordia: soy responsable del bien de mi prójimo. Y Dios nos pedirá cuentas:cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” Nos engañamos si creemos que el Espíritu nos va a guiar por caminos distintos a los que condujo al propio Jesús. Nuestra parroquia no puede ejercer su misión de forma más barata y cómoda de como la ejerció el Maestro, que “dio la vida por las ovejas”. Estamos llamados a compartir con las personas sus gozos, fatigas, esperanzas… Cristo no quiere príncipes que miren despectivamente a los demás por encima del hombro, ¡quiere hermanos!
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Termino con el deseo del Papa Francisco al terminar este Año de la Misericordia: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! Que a todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios que está ya presente en medio de nosotros.” (El rostro de la Misericordia nº 5). El Espíritu Santo nos llama, a través del Papa Francisco, a llevar a cabo una “revolución de la ternura”, siendo “personas-cántaro”, capaces de llevar agua fresca a los que viven en el desierto de la indiferencia. ¡Ojala la parroquia de la Presentación de la Virgen se convierta en un oasis de misericordia para todas las familias!

          JAVIER PÉREZ MAS

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