
Un día para mirar "a la vida
consagrada y a cada uno de sus miembros como un don de Dios a la Iglesia y a la
humanidad. Juntos damos gracias a Dios por las Ordenes e Institutos religiosos
dedicados a la contemplación o a las obras de apostolado, por las sociedades de
vida apostólica, por los Institutos seculares, por el Orden de las Vírgenes,
por las nuevas formas de vida consagrada y por otros grupos de consagrados,
como también por todos aquellos que, en el secreto de su corazón, se entregan a
Dios con una especial consagración", recuerda Mns. Vicente Jiménez Zamora
Presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada.
En este lema, ya citado, aparecen dos
palabras que el Papa Francisco emplea con frecuencia en los mensajes a toda la
Iglesia, pero especialmente a la vida consagrada, son la alegría y la
esperanza.
Uno de los objetivos del Año de la Vida
Consagrada era, "abrazar el futuro con esperanza", y es que existen
una serie de dificultades como la irrelevancia social, el envejecimiento, la
falta de vocaciones....ante las cuales la esperanza debe abrirse camino como
respuesta de fe en el Señor en quien ponemos nuestra confianza.
"La presencia de personas
consagradas en la Iglesia y en el mundo....tiene que ser signo y sencilla
esperanza tanto en ambientes secularizados como en contextos de primer
anuncio" en expresión de Dn. Vicente.
"¡Alegraos!" era el título de
la carta que el Papa Francisco escribió a todos los consagrados con motivo del
Año de la Vida Consagrada, él como Pablo, dice: "Estad siempre
alegres" (ITes 5,16-17). Y quiere Francisco que sea verdad lo que dijo una
vez: "Donde hay religiosos hay alegría".
La alegría es un distintivo de quien se
ha entregado a Dios y a los hermanos en acto de amor y de servicio. Sabiendo
que el servicio ofrecido, colma de gozo el corazón de quien lo recibe y del que
lo ofrece.
Oremos al Maestro por las personas
consagradas para que sean fieles a su vocación y testigos de la alegría y la
esperanza.
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