Pilares de mi vida

Todos tenemos una prehistoria. Creo que fue en Pilares cuando mis padres asistieron al Principal a “La tía de Carlos”, de Paco Martínez Soria, ¡y se encontraron 5000 pesetas! –30 euros de ahora–. La policía las devolvió a su dueño. A mí no me llevaron, era solo un bebé. 
Recuerdo unos sencillos títeres de cachiporra en la plaza del Pilar. --¡Toma!, ¡toma!, ¡toma! –¡Ay! Los niños y las niñas se reían, chillaban divertidos. Yo aún no me terminaba de enterar. Me llega la imagen de que iba con mi tía; el tío trabajaba en los Viveros, en la ahora plaza Europa hasta el parque, junto a Echegaray. Los fuegos en el Ebro. Y en la calle Delicias, cuando el tío, empleado del Ayuntamiento, nos traía cada año el magnífico Programa de Fiestas –¿dónde irían a parar? –. Y luego la comparsa de Gigantes y Cabezudos, que cortaba el paso de coches en dos direcciones. ¡Mira que era complicado!
Mi Pilar del despertar quizá fue con los compis y monitores de Auxilia. Íbamos a la Feria de atracciones, desde la parte nueva del actual Clínico Gonzalo Blesa, junto a casa, hasta la Romareda. ¡Cómo exprimíamos cada instante! Dicen que se me veía muy feliz; era la novedad, el empezar a salir con amigos allá a los dieciocho. Fuimos muchas veces al teatro, tanto que conseguimos que en el Principal se dejasen unas butacas para sillas de ruedas.
Ahí comenzaría la normalidad. Salir con los amigos, el Interpeñas, ir vestida a la ofrenda –con un traje entre aragonés y un poco castellano, con prendas heredadas de mi abuela, toda orgullosa yo–. La silla automática fue haciendo más accesible todo: el llegar con mis padres a las jotas, ir de cena o pinchos con las amigas o a alguna actuación. Las diferencias se habían ya borrado.
Después llegó el amor, y buena música clásica en el Auditorio, y más teatro, y mucho cine en los malogrados Renoir. Y un exquisito gusto, condimentado de comprensión, magia y ternura, cuando salíamos a cenar. Bella Nuei y actuaciones por el centro, fuegos artificiales, el Rosario de Cristal. Algún año coincidió con presentación de libro. Y los sobrinos, vestidos de baturros. Era el relevo.
Y en el centro, María. Pilar de todos los pilares, Omega y Alfa; saeta ella misma también del Hijo y del Espíritu. Madre e hija de Dios.

María Pilar Martínez Barca

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