
Recuerdo
unos sencillos títeres de cachiporra en la plaza del Pilar. --¡Toma!, ¡toma!,
¡toma! –¡Ay! Los niños y las niñas se reían, chillaban divertidos. Yo aún no me
terminaba de enterar. Me llega la imagen de que iba con mi tía; el tío
trabajaba en los Viveros, en la ahora plaza Europa hasta el parque, junto a
Echegaray. Los fuegos en el Ebro. Y en la calle Delicias, cuando el tío,
empleado del Ayuntamiento, nos traía cada año el magnífico Programa de Fiestas
–¿dónde irían a parar? –. Y luego la comparsa de Gigantes y Cabezudos, que cortaba
el paso de coches en dos direcciones. ¡Mira que era complicado!


Después
llegó el amor, y buena música clásica en el Auditorio, y más teatro, y mucho
cine en los malogrados Renoir. Y un exquisito gusto, condimentado de
comprensión, magia y ternura, cuando salíamos a cenar. Bella Nuei y actuaciones
por el centro, fuegos artificiales, el Rosario de Cristal. Algún año coincidió
con presentación de libro. Y los sobrinos, vestidos de baturros. Era el relevo.
Y
en el centro, María. Pilar de todos los pilares, Omega y Alfa; saeta ella misma
también del Hijo y del Espíritu. Madre e hija de Dios.
María Pilar Martínez Barca
0 comentarios: