A los doce años ingresa al seminario de Sevilla, destacándose por su amor y
devoción a la Virgen Inmaculada y a la Eucaristía.
Ordenado Sacerdote el 21 de Septiembre de 1901, sus primeras ilusiones era
ser cura de un pueblo querido de sus feligreses desviviéndose por ellos como si fueran hijos suyos.
En febrero de 1902
fue enviado a dar una misión popular en un pueblecito andaluz: Palomares del
Río (Sevilla). Allí le esperaba su vocación particular dentro de la Iglesia.
Allí el amo depositó en su corazón la semilla de su gran obra.
Don Manuel queda impactado por el desolador abandono del Sagrario, como él nos
cuenta:” ...Fuime derecho al Sagrario de la
restaurada Iglesia en busca de alas a mis casi caídos entusiasmos...y ¡qué
Sagrario!...Allí de rodillas ante aquel montón de harapos y suciedades mi fe
veía a través de aquella puertecilla apolillada, a un Jesús tan callado, tan
paciente, tan desairado, tan bueno que me miraba... parecíame que después de
recorrer con su vista aquél desierto de almas, posaba su mirada entre triste y
suplicante, que me decía mucho y me pedía más... una mirada en la que se
reflejaba todo lo triste del Evangelio... de mí sé deciros que aquella tarde,
en aquél rato de Sagrario, yo entreví para mi sacerdocio una ocupación en la
que antes no había soñado. Ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo
para quererlo yo por todo el pueblo, emplear mi sacerdocio en cuidar a
Jesucristo en las necesidades que su vida de Sagrario le ha creado, alimentarlo
con mi amor, calentarlo con mi presencia, entretenerlo con mi conversación,
defenderlo contra el abandono y la ingratitud...
¡Ay! ¡Abandono del
Sagrario, como te quedaste pegado a mi alma!¡Ay!¡Qué claro me hiciste ver todo
el mal que de ahí salía y todo el bien que por él dejaba de recibirse!”
“¡ Abandonado ¡ porque
no se le conoce, no se le ama, no se le come, no se le imita...” Experiencia de
un hecho para el que buscará remedio mientras Dios le dé vida.
0 comentarios: