Semblanza de Ángel Moros


Estrenamos el blog-parroquial con esta semblanza de nuestro querido Ángel, el anterior parroco, que ha escrito el misionero zaragozano e hijo espiritual de Ángel, el padre Domingo Legua.


SEMBLANZA de Ángel Moros

por Domingo Legua
Esta semblanza fue editada para uso privado.

AMBIENTE FAMILIAR

Domingo y Eusebia, joven matrimonio, oriundos de la zona rural de la ribera del Jalón trabajan en la RENFE.

Guardabarreras en el cruce de la Carretera Nacional II, en la localidad de Jubera: pueblecito de Soria, después de pasar Medinaceli, dirección Zaragoza. ¡Lugar hermoso!

Parece que el río Jalón, las vías del tren y la carretera están jugando al escondite. Ahora y aquí, encuentras el río a la derecha, la carretera en medio y el tren, a la izquierda. Pero, en apenas doscientos o trescientos metros, todo ha cambiado: el río, en el centro, el tren a la derecha, la carretera a la izquierda.

El paisaje es, realmente, hermoso y gratificante- Las pequeñas parcelas de tierra solicitan, un pequeño préstamo. Sus amigos, los campesinos, responderán, generosos. Éstas responsables, se lo devolverán con creces deseándoles sobrevivan, junto a ellas y sus cosechas por el resto del año.

La vivienda es una pobre casilla de la RENFE, separada a pocos metros de la Carretera Nacional II y de las vías del tren; apenas a 50 metros del rio Jalón. Está encalada y limpia. Rodeada de flores que es uno de los carismas de Eusebia. Toda su vida estuvo relacionada con plantas en macetas. A cualquier otra mujer se les mueren o se ponen mustias. Las de Eusebia, no. Siempre bonitas y lozanas, como ella.

La puntualidad del tren, por aquel entonces, era imprevisible. El tren de las diez podía pasar a las doce, a las dos, tal vez más tarde. Pero siempre había que estar preparados y atentos a que pitara, pidiendo le bajaran la barrera.

Domingo y Eusebia tienen ya dos hijos: Pepe, el mayor, y Antonia. Eusebia está embarazada, a mediados de julio le corresponde parir. Esperan un varón.

La familia está bastante preocupada, pues, tanto por carretera como por tren, hay un movimiento inusitado de vehículos de guerra. Todo pasa por delante de sus ojos y no son ajenos a nada. Y, por si esto fuera poco, la escasa aviación del momento, también está presente, volando sobre la ruta Madrid-Zaragoza-Barcelona.

El día 15 de julio de ese año 1936, nace Ángel. Tres días después de su nacimiento estalló la Guerra Civil Española y, su madre junto con los dos hermanos y el recién nacido se marchan a esconderse en una paridera en pleno monte soriano. Poco tiempo después vuelven porque tenían que atender al esposo y a la casa. La casilla será testigo, por toda la gente que va pasando del sufrimiento de esa guerra.

Domingo, el padre de Ángel, es de carácter fuerte, con nervio y trabajador. La madre, Eusebia, es tranquila y prudente.

La infancia de Ángel, aún cuando fue pobre -años de guerra y posguerra-, fue apacible junto a su madre. Por osmosis, va aprendiendo junto a ella el lenguaje del silencio, tan habitual por aquel entonces y que en él tan hondamente calaría. Junto a Eusebia ve pasar, día tras día, aquellas mayestáticas máquinas de tren con una retahíla casi interminable de vagones que él va contando, poco a poco.

De su madre, Ángel aprendió el amor a los pobres. Él recordaba con unción que de la casilla de Jubera nunca nadie se marchó, sin compartir lo que hubiera.

Hubo una anécdota en su infancia que Ángel recordará para el resto de sus días y nos la contaría años después. En una de las paredes de su casa y bien visible, había un bastón como parte de la decoración. Un día, predicando sobre los signos, vimos que Ángel se había bajado el bastón y con él entre las manos, acariciándolo, nos contó lo siguiente:

"Siendo muy pequeño, un día pasó por la casilla un pobre pidiendo limosna. Como era cerca del mediodía, mi madre lo invitó a comer en la mesa con toda la familia. Pero él se resistía a entrar a la casa, por las condiciones en que iba. Mi madre le insistió tenazmente y el mendigo dedujo que ponerse a sentarse en la mesa con los demás era perder su única posibilidad de llevarse algo sólido al estómago.

Después de comer y, en vista del buen trato recibido, el mendigo al marcharse le dijo a mi madre: '-señora yo no tengo con qué agradecerle lo que ha hecho por mi. Como señal de gratitud le doy lo único que tengo: mi bastón'.

Ese bastón siempre fue en mi infancia el juguete más preciado, y lo curioso es que nunca lo perdí."

Era edificante ver aquel bastón que, sin extravagancias ni nostalgias, acompañaba la vida de Ángel y guardaba como tesoro preciado. Para quien no supiera, era sólo un bastón más, para Ángel fue todo un sacramento.

La familia Moros Álvarez fue trasladada a la casilla de Morata de Jalón. Por aquel entonces, Ángel tiene 10 años y continúa la escuela hasta los catorce. Y como todos los adolescentes de su entorno, empezó a trabajar como aprendiz en la estación del ferrocarril. Poco a poco, va adiestrándose en el oficio. Es tan responsable y despierto que, prácticamente, lleva él sólo la estación del tren y espera que, en poco tiempo ser su revisor o factor, trabajos muy considerados en aquellos años.



LA VOCACIÓN Y SUS PRIMEROS AÑOS DE SACERDOTE

Pero Dios se hizo presente en la vida de Ángel de la manera más inesperada. Él mismo se queda sorprendido. Por aquel entonces, cae en sus manos la biografía de Ismael de Tomelloso, joven manchego de Acción Católica. Lo habían traído a Zaragoza gravemente enfermo de tuberculosis, adquirida en aquella monstruosa guerra civil española, en el frente de Teruel. Enfermo de gravedad es atendido en el hospital provincial. Tras un corto período, muere de tuberculosis. La vida de aquel joven manchego -que actualmente tiene abierta su causa de beatificación- produce en la vida de Ángel un giro de 180 grados.

Los padres habían depositado en Ángel toda su esperanza: muchacho bueno e inteligente, es el pequeño de la casa con un futuro esperanzador. Ellos no saben qué está ocurriendo en el interior. Ángel está pensativo, aun que siempre lo fue, también algo cambiado. Y es que la vida de Ismael, joven de limpio corazón le había interpelado. ¿Por qué no ser como Ismael, y ofrecer la vida a Dios de la manera que pudiera hacer más bien a los demás? ¿Por qué no hacerse sacerdote, y así disponer su corazón para amar a todos?

La decisión fue un disgusto descomunal para sus padres pues se iban al traste sus expectativas: ellos habían soñado que el futuro de Ángel les permitiría mejorar sus vidas.

El 8 de diciembre del año 1955, día de la Inmaculada Concepción, Ángel entraba en el Seminario de Zaragoza. Estaba como rector Don Teodoro Del Arroyo Giralda, sacerdote Operario Diocesano, quien le acompañará en sus primeros años; y le imprimiría pautas que dieron solidez a su vida. Ángel le guardó eternamente un gran afecto y, siempre que le era posible, hacía por verlo: en Madrid, en Salamanca o en Roma.

Sus años de Seminario fueron gozosos y alegres, fue amigo de todos y tuvo una marcada vocación misionera para Suramérica. En aquel entonces, nacía la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano Americana) y Zaragoza fue el epicentro, así me lo contó el sacerdote zaragozano Carlos Tartaj con quien Ángel había determinado venir para América.

El 5 de abril de 1964, Mons. Casimiro Morcillo, Arzobispo de Zaragoza, ordena de presbíteros a Ángel y los compañeros de su curso, en una emotiva ceremonia. Mas tarde, me contaría que durante las Letanías de los Santos, mientras estaban postrados en tierra, se conmovió por la grandeza del acto frente a su pequeñez y limitación.

No sabemos las razones por las que su Obispo deja ir a misiones a otros sacerdotes pero no a Carlos, ni a Ángel. Sus vidas tomaron otro rumbo. Ambos, durante un corto periodo de tiempo y recién ordenados sacerdotes, coincidirían como coadjutores en la Parroquia de ¡a Natividad de ¡a Virgen, en Andorra (Teruel), diócesis de Zaragoza. Ángel siempre llevó a Hispanoamérica en su corazón. Años más tarde, en República Dominicana me diría: "no pude venir yo, pero qué bueno que hayáis venido vosotros". Se refería a otro compañero sacerdote y a mí.

En la vida sacerdotal de Ángel fue determinante la etapa en Andorra. Lo marcaría para el resto de su vida: allí estrenó su sacerdocio, se hizo amigo de los mineros y de los campesinos -los dos grandes núcleos del mundo del trabajo-. Descubrió la grandeza de aquellos hombres que, aún cuando de apariencia ruda, eran sensibles y buenos. Nos comentaría, más tarde, confidencias de algunos de sus amigos mineros: "Cada día bajo a la mina rezando, no por miedo al trabajo sino por mis hijos para que ellos tengan la suerte que yo no he tenido". A algunos, Ángel los invitó a Cursillos de Cristiandad y el resultado fue excelente: "cada Cursillo hacía el milagro de descubrirles un nuevo rostro de Jesús y, poco a poco, iban consolidando su fe con las reuniones formativas y de grupo, en la Casa Parroquial".

Era dura la tarea convencer a los mineros cuan bueno les sería ir a Cursillos. Pero las dificultades venía por los cambios en las formas de actuar del nuevo cursillista: para aquellos hombres valientes que bajaban a la mina, el encontrarse con Jesucristo Resucitado suponía un notable cambio: testimoniarlo en el quehacer y en el trabajo, como si de nuevos Pablos se tratara. ¿Consecuencia de esto? La mofa de quienes les habían conocido antes sin creer en nada, y ahora los tomaban por locos o alucinados. Pero esos esfuerzos y la valentía se vieron compensados por el cambio de vida que tuvo la mayoría. Fue importante para ellos tener dentro de Cursillos de Andorra un Director como Manolo Franco, siempre amable y colaborador en todo.

De su vida sacerdotal en Andorra Ángel nos diría:

"Mí experiencia durante catorce años ha sido muy enriquecedora y positiva; poco a poco, fui descubriendo diferentes aspectos importantes en mi vida de sacerdote. Con los mineros, el lado duro del trabajo por sus situaciones, conflictos laborales, accidentes... Y junto a los labradores, entendí mejor que a pesar de ¡os fracasos siempre hay que volverá empezar. Así lo hacen ellos cada año, cuando a pesar de las malas cosechas anteriores, ellos vuelven a sembrar. Expectantes e ilusionados ven salir el tallo, la hojas, la espiga. Siempre confiando y mirando al cielo; por mala que sea una cosecha, seguro que se recoge algo.

La vida de cada ser humano pero más la del sacerdote -continuaría Ángel- es siempre 'volver a sembrar' con la esperanza del fruto. ¿O, no recordamos las palabras de San Pablo?: 'Ni el que siembra, ni el que riega, son nada. Dios que hace crecer, es el que cuenta'(I Cor. 3,7)".



Iglesia parroquial de Andorra
HOMENAJE A LA GENTE DE ANDORRA

Ángel agradecido con el pueblo de Andorra por el amor y el cariño que siempre tuvieron hacía él y la parroquia, inicia una laboriosa restauración de la Iglesia parroquial, desde los tejados hasta repicar las paredes y descubrir sus hermosas piedras, de materiales nobles -con los que se había construido siglos atrás y que permanecían escondidas bajo múltiples capas de cal-. También instaló la calefacción en el templo, tan de agradecer en el largo invierno.

Restaurando la parroquia, Ángel deseaba devolver al pueblo, ese afecto que la Iglesia siente por su gente. Muchas fueron las personas que le ayudaron calladamente e hicieron posible ese proceso de restauración.

Pero, si importantes eran las piedras, mucho más lo son las personas que con su ejemplo de fe y colaboración desinteresada, callada y constantemente lo daban todo por la Iglesia. Ángel también quiso manifestar el agradecimiento a esos hombres y mujeres y eligió a tres personas mayores, puntales de la parroquia y el pueblo para homenajearlos. Y en su nombre hacerlo a todos los que con generosidad se habían ofrecido con esfuerzos y cariño.

Ángel nos dice de cada uno de ellos:

"Joaquín Pascual (El Casero), hombre de convicciones profundas y cristianas, que acompañó a ¡os sacerdotes en todo momento en los actos litúrgicos. Me contaron que desde los cinco años cantaba en la iglesia y como no tenía la altura con cinco años, se subía a un taburete para poder llegar al atril donde estaba el libro".

Julián Felez (El Tío Rito). Todos los curas que estuvimos con él tenemos mucho que agradecerle. Fue sacristán y colaborador desinteresado durante muchos años en la Iglesia. Él era el primero en llegar, el que abría la puerta. Y cuando los curas ¡legaban, ya todo estaba preparado. Hombre cercano y bueno.

Águeda Alquezar (La Tía Águeda). Mujer bondadosa, fuerte. A ella se le podían aplicar tas palabras del libro del Eclesiastés, cuando dice 'Dichoso el marido de una mujer buena: el número de sus días se duplicará. Una mujer prudente es la alegría del marido, que pasará en paz ¡os años de su vida. Una mujer buena es una herencia preciosa, concedida a los que aman al Señor: sean ricos o pobres, su corazón está contento, y tienen siempre rostro alegre'.

En la tía Águeda se cumplieron estas palabras, los que la conocisteis de cerca, sabéis que no exagero. Gracias a ella, en la Parroquia de Andorra todavía se conservan la custodia, cálices y utensilios sagrados. Durante la guerra civil ¡os escondió en el patio de su casa, exponiendo gravemente su vida y ¡as de sus familiares. El amor de ciertas personas hacía la Iglesia y los demás, les lleva a tales extremos. Sus años nunca fueron obstáculo para estar dispuesta a trabajar, ayudar, cantar en las misas... Lo que hiciera falta. Todavía conservo en mi memoria su sonrisa, su bondad, su buen hacer.

¡Cuanta bondad y santidad hay esparcida por el mundo! Y en concreto en Andona. Gente sencilla que con su testimonio fomentaron el amor a Dios y a ¡os demás, y que nunca se cansaron de hacer el bien a todos, de una manera gratuita. Hoy, ellos siguen siendo un punto de referencia para muchos. Y Dios los habrá acogido en sus brazos para tenerlos junto a su corazón.

En estas personas: Joaquín Pascual (El Casero), Julián Felez (El Tío Rito) y Águeda Alquezar (La Tía Águeda) quisimos testimoniar el agradecimiento y reconocimiento de la Parroquia a tantos que, con su colaboración y testimonio, habían ofrecido lo mejor de sus vidas".

Ese día, el Sr. Arzobispo de Zaragoza., Don Pedro Cantero, celebró la Eucaristía en acción de gracias y les entregó un pergamino en reconocimiento a sus trabajos y dedicación a la Parroquia. Y con ellos, a muchos más.

Ángel era, por encima de todo, un buen pastor quería a sus ovejas, se desvivía por atenderlos. Era acogedor, cariñoso, cercano, nunca un adulador. Siempre manifestó su vocación de servir y amar a los demás. Fue inmensamente feliz siendo párroco, era como su razón de ser.



CASA DE SANTIAGO

De esta etapa, Ángel explicó un día:

"Leyendo a José Luís Martín Descalzo, entendí mejor la Casa de Santiago. José Luís en un libro dice que, en una obra del escritor brasileño Pedro Bloch, encontró un diálogo de un niño que rezaba a Dios: '- ¿Rezas a Dios? -preguntó Bloch.

- Sí, cada día -contesta el pequeño.

- ¿Y qué le pides?

- Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo'.

La mayoría de los mortales le pedimos a Dios dinero, salud, amor; o le abrumamos de quejas, de protestas por lo mal que marcha el mundo. Me maravilla en cambio la actitud de este niño que simplemente se ofrece a echarle una mano, si es que la necesita para algo.

Tal vez, alguien pueda pensar que esta cuestión, teológicamente, no es muy correcta. Porque ¿qué va a necesitar Dios, el Omnipotente? Lo mejor de Dios no es que sea omnipotente, sino que no lo sea demasiado y que Él haya querido 'necesitar' de los hombres.

Desde el día de la Creación, Él que nada necesita de nadie, quiso contar con la colaboración del hombre para casi todo. Y empezó por dejar en nuestras manos el completar las obras de la creación y hacer realidad en este mundo su Reino.

Dios sigue, a través de los hombres, haciendo su obra en la tierra: reconcilia a las personas, siembra esperanza, fortalece el ánimo, ama a cada uno y, sobre todo, es misericordioso con todos. Basta que uno le diga 'cuenta conmigo, te ofrezco lo que soy, aquí tienes mis manos y mi corazón'. Y Él, hace el resto.

Es más hermoso y creativo ofrecer lo que somos y colaborar con Dios en su obra, que mirar al cielo para pedirle que venga a resolver personalmente lo que es tarea nuestra.

El sacerdote es un cristiano que ha tenido la osadía de decirle a Dios: '¿Te puedo ayudar en algo?' Y siempre encontramos trabajo, no hay paro. Uno se ofrece lo que tiene: las manos, los pies, la boca... pero sobre todo, el corazón. Y aunque a veces te cansas porque la vida no es fácil, siempre sientes la presencia alentadora y pacificadora de Dios.

¡Qué difícil la tarea del sacerdote! Tiene que ser puente entre la grandeza de los misterios de Dios que sobrepasan cualquier capacidad o pequeñez humana.



Por aquellos años, muchas jóvenes de Andorra iban a trabajar a los Hoteles de la Costa Mediterránea. Y en Barcelona, se convocó un Congreso sobre la Pastoral del Turismo. Como Andorra era uno de esos pueblos del Bajo Aragón, de los que había bastantes jóvenes trabajando en esa parte de la Costa, a los sacerdotes de la parroquia se nos invitó al Congreso.

Allí conocí al sacerdote Alfredo Rubio, quien tenía una experiencia con vocaciones adultas que se formaban hacia el sacerdocio. Vivían en grupo animados por él, con un estilo semejante a lo que yo había soñado. De ahí nació nuestra relación con este grupo de jóvenes de Barcelona, pastoreados por ese estupendo sacerdote diocesano.

Así, también nosotros decidimos vivir juntos: seguir estudiando en Andorra y tener una vida normal como jóvenes en medio del pueblo. Era el mes de octubre de 1967. La primera 'casa' la tuvimos en la calle San Jorge, propiedad de Salvador Guallar y Lina. Fue para nosotros, una especie de 'Betania'.
Ángel con la familia de uno de aquellos jóvenes.

En el Seminario se me dijo: 'Cuando un sacerdote perdona, es Cristo quien perdona; cuando un sacerdote bautiza, es Cristo quien bautiza'. Luego, en mi vida pastoral, descubrí que un sacerdote, además, tiene ¡a potestad de invitar, de llamar a otros para seguir a Cristo, de muchas maneras, incluida la sacerdotal. Así surgió la llamada de algunos jóvenes: Domingo y Antonio. Más tarde, invité a otros: Cosme, Gabriel, Gonzalo, Marcos, Julio, Jesús, Antoñito, Pedro, etc.

Fue curiosa la respuesta de Gabriel a este llamado. Gabriel era monaguillo de ¡a Parroquia, tenía doce años y un día, después de ayudar a Misa, le dije: 'Gabriel, ¿quieres venirte a vivir con nosotros?'. Medio en broma, medio en serio, me dijo que sí. Se marchó a decírselo a sus padres y a pedirles permiso. Al día siguiente, como cada día se presentó a ayudar a la Misa, pero esta vez con la maleta en la mano. Y Tuvo que esperar en la puerta media, hasta que la abrieran. Así se cumplían las palabras del Evangelio: 'Y, dejándolo todo, le siguieron'(Mc. 1, 13).

En un mundo donde 'la gente muere y no es feliz' (Camus), hay mucho por hacer, y Dios nos necesita ¿Qué hacer con unos jóvenes que se sienten llamados por Jesús de Nazaret?

Lo primero fue comunicárselo al entonces Arzobispo de Zaragoza, Don Pedro Cantero, quien me dijo: 'que vayan haciendo el Bachillerato..., y ya veremos...'

Muchas veces me había llamado ¡a atención el grupo escultórico que hay en la Santa Capilla de la Virgen del Pilar: el Apóstol Santiago y, agrupados, siete discípulos. También Jesús llamó a los que Él quiso para que le acompañaran y enviarlos después (Cf. Mc. 3,13). ¿Por qué no hacer lo mismo?

Esos jóvenes iban estudiando y en vacaciones se incorporaban a las tareas pastorales de la Parroquia: reuniones y apostolados. Colaboraron, como muchas otras personas, voluntariamente en la restauración de la iglesia parroquial.

Al inicio, muchas personas y familias se ilusionaron con la idea de acompañar a un grupo de jóvenes con inquietudes vocacionales y nos ayudaron en ello. Merece especial atención los matrimonios que, con su cariño nos dieron calor y entusiasmo. Nos enseñaron que el cariño es fundamental para vivir y crecer. Se solidarizaron con nuestras necesidades. Cuando hacían la compra para sus casas, siempre había algo para nosotros, intenciona/mente agregado, en la cesta de ¡a compra. Lo mismo en diferentes fiestas, como Navidad y Reyes; o en el cumpleaños o santo de alguno. Fuimos amasados con amor y amistad. A ellos debemos mucho de lo que después, trascurrido el tiempo, hemos podido ofrecer a los demás.

Nuestras familias también fueron pieza importante, sin ellas no hubiéramos podido superar dificultades y contratiempos; también a final de mes, cuando no alcanzaban los recursos económicos para vivir.

Finalizada la etapa de formación en Humanidades, animados por Alfredo Rubio y el Sr. Arzobispo de Zaragoza, nos fuimos a estudiar a Salamanca. Faltaban pocos días para terminar septiembre, nos fuimos con un 'seiscientos' -todavía recuerdo la matrícula: B 507031-, algo de ropa y utensilios para cocinar; buscamos una vivienda y los muchachos se matricularon en la Universidad.

Pero Salamanca resultaba cara para nuestras posibilidades económicas. Además, era muy poblada, tenía muchos estudiantes. Sería mejor buscar algo más sencillo en algún pueblo cercano. Siempre pensando: 'Si Dios nos ha puesto en este camino, seguro que Él nos guiaría a buen termino'.

A doce kilómetros de Salamanca se encuentra Calvarrasa de Arriba, pueblecito de pocos habitantes, gente sencilla y entrañable. Preguntamos al Sr. Cura, Don Bienvenido, sobre la posibilidad de encontrar una casita para alquilar a unos estudiantes de Teología en Salamanca. Él nos indicó que fuéramos donde una joven que nos dijo que sus padres tenían una casa para alquilar. La ¡oven se llamaba Estrella, para nosotros fue la 'buena estrella'. Caritas y algunos amigos nos dieron muebles para acondicionar la casa. Y, poco a poco, conseguimos lo necesario para vivir en ella.

El clima en Salamanca es muy frío. Muchas mañanas había que romper el hielo para asearse. Y, como no había agua corriente, al mediodía, después de las clases, había que hacer cola en la fuente de la plaza para conseguirla. Sólo la daban en horas determinadas. Otro asombro, algunos comentarios sobre los muchachos: "son chicos majos".

Si las paredes de aquella casita hablaran, nos contarían muchos detalles de cariño, de solidaridad. Detalles entrañables de mucha gente que, en su pobreza, compartían lo que tenían: el chorizo o las patatas; el cariño y la amistad.

En la sencillez de vida, se palpa muchas veces la Providencia y el amor de Dios que nunca abandona a los que en Él confían.

Poco a poco, fue trascurriendo la etapa formativa de Filosofía y Teología en la Universidad de Salamanca, con nuestros viajes de idas y venidas a Andorra.

Y, un buen día, llegó la Ordenación del primero del grupo. La de Domingo. Fue en Zaragoza, el día 22 de diciembre, ordenado por Don Francisco Álvarez, Obispo de Tarazona en la Iglesia de San Carlos. Y su Primera Misa, al día siguiente, fue en la Iglesia Parroquial de Andorra. El templo estaba totalmente lleno: sacerdotes, familiares, amigos, fieles en general.

Cuatro años más tarde, el 19 de marzo de 1977, fue ordenado sacerdote Antonio. Esta vez, la Ordenación fue en Andorra, presidida por Don Damián Iguacen, Obispo de Teruel. Era la primera vez que se celebraba una Ordenación Sacerdotal en Andorra.

En las ordenaciones sacerdotales se descubre el gran amor que Dios tiene a todos. Él siempre cuenta con hombres limitados, imperfectos, para que Llevemos adelante la Obra de Jesús: vivir la unidad para que Reguemos a formar una gran familia y todos nos sintamos hermanos e hijos de Dios.

No cabe duda que la reforma de la iglesia parroquial y la formación del grupo de la Casa de Santiago me llevaron mucho tiempo y dedicación. Pero valió la pena. Así, se tiene ahora un recuerdo muy entrañable de la gente de Andorra y, sobre todo, de aquellos jóvenes que se fiaron de mí."





CAMBIOS ECLESIALES Y DE PARROQUIA.
Ángel predicando en la capilla del barrio.

Ángel vive, ilusionadamente, sus primeros años de sacerdocio en Andorra. Su cara de bonachón le favorece para que sea aceptado por todos. Pero no sólo tiene cara de buena persona, sino que lo es. Todos reconocíamos los valores de Ángel y lo queríamos, tanto como profesor de bachilleres en el Colegio Santo Tomás de Aquino, o en las Escuelas Públicas, como párroco y catequista de la parroquia, o en su labor dentro de la Pastoral de los Jóvenes, o con las mujeres de Acción Católica -con las que tuvo tan buena empatia durante esos quince años en Andorra-.

El Concilio Vaticano II termina en diciembre de 1965. Ángel lleva apenas año y medio de sacerdote y, como tantos otros de su generación, con tremendo esfuerzo, fue asimilando la Nueva Eclesiología. Misteriosamente, se fue asumiendo como por osmosis, simultáneamente, en muchos lugares a la vez. Nuevos métodos y, un lenguaje más sencillo y comprensible.

Eran excelentes las homilías de Ángel: siempre bien preparadas, meditadas durante varios días de la semana. Oraba con ellas antes de la predicación y se notaba. Sus homilías siempre llegaban directas al corazón de la gente. Con ella quería interpelar y, a la vez, invitar a todos a seguir y amar a Jesús. Esa era la razón de su sacerdocio. Él formaba parte de esa generación de sacerdotes valientes y decididos que tanto y tan bien trabajaron. Gracias a ellos, el Concilio llegó a las comunidades de fieles bautizados en los cinco continentes.

La primitiva capilla con Carmela,
una de las hermanas, asomándose por la ventana.
Después de catorce años desarrollando felizmente su ministerio sacerdotal en Andorra, es trasladado a Zaragoza, al Barrio de la Bozada, a la Parroquia Presentación de la Virgen. Allí llega con cansancio acumulado y su salud algo mermada, pero con más ilusión, si cabe, por este nuevo trabajo parroquial. Nada era obstáculo para manifestar su amor a Jesús, más bien al contrario: Ángel cada día era más recio y hondo en su amor. Se iba acrisolando llevando adelante sus enfermedades: la sordera y algunos achaques pero siempre esperanzado y con ganas de construir Reino de Dios, de hacerlo visible.

Se encontró en la nueva parroquia, una comunidad con características singulares. La misma situación del barrio, única calle de entrada y salida; además de tener una pequeña capilla con una capacidad para poco más de cincuenta personas, y una comunidad de religiosas, las Hermanas de Jesús Maestro. Al principio, pudo haber algún mal entendido con ellas, propio de la novedad que aportaba la vida interior de Ángel. Pero, en realidad, esta Comunidad de Hermanas entrelazó unas magnificas relaciones con Ángel, y después, con los demás sacerdotes Miguel y Sergio.

Con la ayuda de la gente y, a través muchísimas gestiones, Ángel dejó concluido todo un complejo parroquial, en el que no faltaba nada de lo necesario. Las obras para Ángel no eran otra cosa que una manera de proyectar el amor a la Iglesia y a la gente. Le oí decir en varias ocasiones: "el que no valora una piedra tampoco sabe valorar una persona".

Concluida la construcción del complejo parroquial y en plena expansión del barrio, se inició como trabajo pastoral el NIP (Nueva Imagen de Parroquia). ¡Cuántas reuniones, cuánto trabajo y cuánta gente participaron hasta que se fraguara el proyecto parroquial! Era necesario responder a las necesidades de la comunidad humana y de su momento histórico y social.

En el mes de diciembre del 2001, Ángel vino a Santo Domingo para la Ordenación de dos jóvenes dominicanos: Nelson Polanco y Leonardo De la Cruz, ambos muy queridos y estimados por él. Ángel, que siempre fue un 'manitas' y todo lo arreglaba, se ofreció allí y durante ese mes de vacaciones para embaldosar la pequeña terraza de la casa donde estaba acogido por el grupo 'Claraeulalias'. Un día, allá mismo, me muestra su mano izquierda: entre el dedo pulgar y el índice tenía una hendidura, como si el pequeño músculo hubiera desaparecido. Me comentó que se cansaba mucho y que casi no tiene fuerza en la mano izquierda.

En enero del 2002, le acompañé a unos chequeos médicos en Zaragoza. Le diagnostican una terrible enfermedad: Esclerosis Lateral Amiotrófica que llevó con dolor, con humor y con amor, aprovechando siempre cualquier oportunidad para testimoniar su amor a Dios. La enfermedad, a pesar de su crueldad, no le va a restar el amor que siente por Dios y las personas.



COMO SE VE EL MUNDO, DESDE UNA SILLA DE RUEDAS

Ángel aceptó su enfermedad irreversible, supo que disponía de cuatro años de vida y fue viviendo la novedad de cada día; se fue preparando para los momentos más difíciles y quiso vivir sin otro afán que el presente entregado a Dios. 'Como se ve el mundo, desde una sillada ruedas', fue una de las charlas que preparó con motivo de la cuaresma en su parroquia. Entresacamos algunos puntos que nos parece manifiesta su manera de ser por dentro.

Nunca pensé que yo tendría que ver el mundo desde una silla de ruedas. La silla, poco a poco se va haciendo parte importante de mi vida. Y tengo que dar gracias, porque al menos dispongo de ella. Es mi amiga. En el Mundo hay cantidad de personas que tienen que arrastrarse por el suelo, y no siempre sobre una superficie embaldosada.

No esperéis que os hable de cosas imprescindibles para vivir, como si la vida no fuera importante sin ellas. Os voy a hablar de cosas que ya, muchas veces, me habéis oído: sencillas, como la vida misma. Tan sencillas que, muchas veces, ni les damos importancia.

Ángel organizando un día de convivencia y caldereta.
Jesús, un día, ¡legó a decir que el Reino de Dios es como un grano de mostaza, que, a pesar de ser ¡a semilla más pequeña, luego, se hace grande... Como queriéndonos decir que las cosas pequeñas de cada día son las que construyen la vida.

Y es que Dios quiere cambiar este mundo, contando con nosotros, con lo pequeño de cada uno. Quiere contar con nuestro tiempo y nuestra palabra; con nuestros esfuerzos, con nuestros brazos y nuestras cualidades, con lo poquito que hay en cada uno de nosotros.

Por mucho mal que haya en este mundo, al final, la pequeña levadura hará fermentar a toda la masa. Lo importante es que cada uno de nosotros seamos levadura.

Lo primero que experimento desde una silla de ruedas es que, en el Mundo, hay muchos obstáculos. Yo los llamo: circunstancias desfavorables.

Obstáculos, para pasar la calle; para ir a ver a los amigos, porque, o no hay ascensor; y, si lo hay, muchas veces, antes del ascensor, hay cinco u ocho escaleras. Obstáculos para ir al teatro, al cine, a comprar un pastel. Para ir a Misa. En algunas iglesias no se puede entrar en silla de ruedas.

Ante este panorama, ¿qué hacer? Muchos que fueron en silla de ruedas se encerraron en sus casas. Para otros ha sido la manera de reivindicar accesos asequibles, con protestas, manifestaciones, y de verdad que desde hace unos años ha cambiado el panorama.

Aún con todo, hay muchos obstáculos. No hay más que sentarse en una silla de ruedas y lanzarse a la calle.

A pesar de todo, tenemos problemas y sentimos obstáculos. Y seguro que encontráis en vuestra vida impedimentos que, si pudierais, los borraríais, como yo también lo haría en lo posible. Los encontramos a cada paso y en cada momento, y lo peor es que casi nunca podemos librarnos de ellos.

Yo les llamo, como dije anteriormente: "circunstancias desfavorables" ¿Qué hacer ante estas circunstancias desfavorables? Puedo amargarme la vida, protestar por todo, maldecir el día en que nací, culpabilizar a los demás. Porque la culpa, parece ser, siempre es de los demás. ¿O no?

O puedo decidirme a: APROVECHAR LAS CIRCUNSTANCIAS DESFAVORABLES. ¿Y por qué las circunstancias desfavorables? Pues porque ellas son algo muy cotidiano en nuestra vida, y constituyen un factor importante.
Bautizando con el padre Miguel.

Yo y todos los humanos estamos rodeados de momentos, circunstancias, que, si pudiéramos, borraríamos de nuestra vida.

El problema está en que todos tenemos muchas. Y de muy pocas nos podemos librar. A nosotros nos gustaría ser desprendidos o generosos, cuando nada nos faltara. Dar a tiempo, cuando a mí me sobra. Aceptar al otro, cuando me cae bien.

Si esperamos mejores condiciones y personas ideales o el trabajo de nuestro gusto, probablemente, permaneceremos desocupados casi toda nuestra vida. ¿Por qué no nos decidimos a aprovechar las circunstancias poco favorables?

Cuando las cosas van mal, cuando alguien no te cae bien; cuando no aciertas una; cuando la enfermedad te ha cortado muchas posibilidades. Precisamente, entonces es el momento justo de aprovechar esa circunstancia desfavorable. Pero ¡qué difícil resulta entonces sacar partido, madurar, crecer, y, sobre todo, por dentro!

Hay que aprovechar los momentos menos oportunos.

No pierdas estas ocasiones desfavorables. De lo contrario te encontrarás con las manos vacías. No esperes las ocasiones extraordinarias, excepcionales. Construye la vida con los materiales que encuentres a mano; este trabajo poco brillante; una sonrisa sencilla con esa persona no muy amable; pedir un favor, cuando no puedes decir ni ¡gracias!

A veces nos sucede algo, y decimos algo así: "Precisamente hoy, que he lavado el coche, llueve". "Ahora que podría viajar, no tengo fuerzas para hacerlo." Y, así, en cantidad de ocasiones.

Un amigo sacerdote lo ha estado pasando muy mal, porque no se llevaba bien con su párroco. Todos le decían: pide otro destino, cambia de parroquia. Él, sabiamente, me decía: "Lo he pensado bien y creo que esta situación puede ayudarme a crecer". Aceptar las limitaciones, nos hace crecer, y madurar.

Una esposa me decía: "Me cuesta, a veces, vivir con mi marido, por su forma de ser. Pero mire, he decidido aceptar sus limitaciones e intentar ser feliz con él. Siempre se puede crecer." ¿Intentas cambiar a alguien? ¿Las personas cambiamos, o no? Algunas veces modificamos sólo un comportamiento, pero en el fondo continuamos igual. El amor puede transformar los corazones; la fuerza, no.

Un cuento nos puede iluminar todo esto: "Iba un señor caminando y muy envuelto en su abrigo. El viento se apostó con el sol a que él sería capaz de quitar el abrigo al caminante. El aire sopló y sopló; y, cuanto más soplaba, el caminante más se aferraba a su abrigo.

Vencido el aire, le dijo al sol: inténtalo tú. El sol suavemente empezó a derramar sus rayos luminosos, a caldear el ambiente; y, poco a poco, el caminante se fue desprendiendo de su abrigo".

Siempre se consigue más con miel que con hiel. El amor lo puede todo. Trabaja pacientemente con lo que tienes, con lo que eres, con ¡o que te ha tocado vivir. Es el amor que pones dentro, lo que hace grandes aún las cosas más triviales.

Piensa lo que hace una madre cada día con sus hijos. Cosas insignificantes, rutinarias. Y, muchas veces, en circunstancias poco favorables. El amor hace grande lo cotidiano, lo pequeño. Y el amor que se pone en cada cosa, hace posible ya, aquí en la Tierra, el Cielo.

También Jesús de Nazaret aprovechó las circunstancias poco favorables. Dice el Evangelio "El Señor, Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y, después de dar gracias, lo partió y dijo: esto es mi cuerpo entregado por vosotros" (1ª Cor. 11, 23-24)

Siempre impresionan estas palabras, sencillamente por aquello de: "La noche en que fue entregado". En una atmósfera de traición, en un clima tenso, en una situación difícil, Cristo nos ofreció su mejor regalo.

La Eucaristía fue instituida en medio de circunstancias poco favorables.

En aquella situación tenebrosa. Él nos hace el regalo de sí mismo como alimento nuestro.

En el momento en que cualquiera de nosotros hubiéramos tirado la toalla, o acaso presentaríamos nuestra cara más odiosa y con rabia, Cristo inventa el modo de quedarse siempre a nuestra disposición.

Tendríamos que aprender a aprovechar mucho más las ocasiones desfavorables. Ten valor y lánzate sobre las circunstancias poco favorables, desde el punto de vista humano.

Las favorables, están ya reservadas de antemano. Hay mucha gente que se agolpa para apropiárselas. En el fondo todos las buscamos.

En cambio, ocasiones desfavorables hay multitud. Nadie las quiere. Cada día, hay infinidad. Y ellas están ahí, disponibles. Sobre todo, está Dios, siempre disponible, junto a ellas.

Jesús de Nazaret aprovechó, es decir "sacó provecho", hasta de la traición de un amigo, para realizar el milagro de su amor.

Esto es algo que tendríamos que enseñar a los hijos. La sociedad o la vida no se lo enseñan. Les haríamos el mayor bien de este mundo, si acostumbráramos a los hijos a aprovechar las circunstancias poco favorables, porque les ayudaríamos a crecer. Muchas veces con nuestro amor mal entendido, les proporcionamos de todo, incluso lo que no les es tan necesario.

Hay quien dice: "A mis niños que no les falte de nada, trabajaré día y noche para que tengan de todo". Seguramente, les falta lo principal: Capacidad para afrontar y superar dificultades. Y, por lo tanto, capacidad para afrontar la vida y hacer posible a su alrededor que este mundo sea más justo y mas habitable.

Hay quien dice: "A mis niños que no les faite de nada, trabajaré día y noche para que tengan de todo". Seguramente, les falta lo principal: Capacidad para afrontar y superar dificultades. Y, por lo tanto, capacidad para afrontar la vida y hacer posible a su alrededor que este mundo sea más justo y más habitable.

Algunas veces, el esfuerzo es, justamente, lo que precisamos en nuestra vida. Si Dios nos permitiera pasar a través de nuestras vidas sin obstáculos, nos dejaría lisiados. No seríamos tan fuertes como podríamos haber sido y nunca hubiéramos crecido.

Es lo que hacen muchas veces los padres con respecto a los hijos. Creen hacerles un favor con que no les falte de nada, y resulta que les falta lo principal: capacidad para superar dificultades.



He encontrado una oración que dice:

Pedí fuerzas... y Dios me dio dificultades para hacerme fuerte.

Pedí sabiduría... y Dios me dio problemas para resolverlos.

Pedí prosperidad... y Dios me dio un cerebro y músculos para trabajar.

Pedí coraje... y Dios me dio obstáculos que superarlos.

Pedí amor... y Dios me dio personas a quienes ayudar.

Pedí favores... y Dios me dio oportunidades.

No recibí nada de lo que pedí... pero recibí cuanto necesitaba".

Y, pensándolo bien, siempre habrá que tener paciencia, consigo mismo y con los demás

El bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego adecuado. También es obvio que quien cultiva la tierra no se impaciente frente a la semilla sembrada y le grite con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"

Pero hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés. No es apto para impacientes. Veamos si no.

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas, ¡la planta de bambú crece más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años, de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Lo mismo puede pasar en nuestra vida. Podemos hacerles mucho bien a los demás. Muchas veces, sólo basta un poco de paciencia.

No es fácil todo esto, pero tendríamos que aprender a crecer desde nuestra vida, desde ¡as circunstancias poco favorables. Aunque sea desde una silla de ruedas, o desde la enfermedad.

También desde mi silla de ruedas he descubierto que hay otra actitud que creo también muy necesaria, y que nos puede hacer mucho bien.

Ser agradecidos

Desde mi silla de ruedas, constato que, en casi todo, dependo de los demás: para bajar a la calle, para subir a casa, para ir a rehabilitación. Para ir al baño, para comer; para casi todo dependo de los otros.
Ángel con Cecilia y Orlando sus cuidadores, “sus manos”.

Tengo la suerte, de tener siempre manos cercanas. Son como ángeles, que posibilitan el milagro. Y por eso, he decidido vivir en el agradecimiento.

Desde que estoy en silla de ruedas, ya no puedo mirar a nadie por encima del hombro. Siempre tengo que mirar desde abajo, ofreciendo una sonrisa, pidiendo un favor: solicitando ayuda.

Cuando en todo dependes de los demás, por enfermedad u otra causa, te puedes convertir fácilmente en un déspota, porque exiges todo y puedes amargar la vida a cuantos te rodean: o, por el contrario, practicar la virtud del agradecimiento. Muchas veces he dicho que hay que ser agradecidos. Agradecer todo en la vida.

Dicen que sólo valoramos las cosas y las personas, cuando las perdemos. ¿Será también cuando se pierde a un ser querido?

Me he preguntado, muchas veces, y lo he comentado: ¿Quién ha dado gracias esta mañana cuando ha abierto el grifo y salía agua? ¿O al darle al interruptor y tener luz, o al abriría nevera y ver que hay comida?

Desde que llegué a la República Dominicana, me deseaba suerte para poderme duchar; y no tener que buscar el agua con un bote desde un pozal; y, así, poderme remojar. Y, cada mañana, doy gracias a Dios por ¡a ducha, o por encontrar algo en el frigorífico, o tener luz cuando acaricio el interruptor.

Hay que dar gracias a Dios y ala vida por tantas cosas: a tu mujer, a tu marido a tus padres, a la gente, al que tienes cerca, ¿les das de vez en cuando las gracias?.

A los padres de familia les suelo decir: cada día en sus casas se realiza un milagro...podría una noche ese hijo o esa hija, o persona querida no volver a casa, sin embargo vuelve, y esto ¿no es un milagro de cada día?

Yo sé que esta actitud gratificante no se improvisa, nos cuesta. Y a veces nos podemos quedar como avergonzados, al decir ¡gracias! por esta comida, por tu cariño, por tu ternura.

También de las personas cercanas recibimos muchas cosas. Casi nunca les damos las gracias. Algunos me dicen: ¡hombre! se da por supuesto. Me enseñaron que es mejor no dar algo por supuesto. Hay que agradecer al más cercano, a la esposa, al marido, al amigo, a quien sea. No deis nada por supuesto.

El agradecimiento trasforma el corazón, te hace feliz, y cambia la vida. Nada mejor que encontrarte con una persona agradecida. No porque te esté dando gracias todo el día, sino porque rezuma ternura, cariño y alegría.
Ángel en la bendición del Resucitado que preside la fachada
de la parroquia, junto al escultor Miguel Ángel Sáinz Jiménez.

San Francisco de Asís fue un hombre de corazón agradecido. El agradecimiento le hizo entender la vida de otra manera: "Un día, encontrándose por los campos de Asís, se dirigió a un almendro y le dijo: 'Almendro, háblame de Dios'. Y dicen que el almendro se llenó de flores".

Hay que vivir siempre con agradecimiento y generosidad. Una persona agradecida, es una persona feliz. Y una persona feliz nunca es peligrosa.

Ser agradecidos. Hay cientos de veces cada día para disculpar o ser agradecidos. Vas con el coche, y a cualquier fallo que tienes, de los demás te pueden llover improperios. Si alguien comete una torpeza y te molesta, desde una mirada, hasta....qué se yo. ¿No sería mejor encontrar disculpas? 'Seguro que tiene más prisa que yo. Esta mañana madrugó demasiado, o pasó mala noche. Una mala jugada de los nervios'. Disculpar es propio de un corazón agradecido.

También desde una silla de ruedas, se pueden hacer muchas más cosas, por ejemplo: "enriquecer a los demás". Y, por supuesto, todo el mundo lo puede hacer, yo lo llamo: Pasar por la vida enriqueciendo a los demás.

¿Os imagináis que pudiéramos meter euros o dólares en los bolsillos de los demás? ¿Te imaginas, llegar a casa y encontrarte con unos euros o dólares en el bolsillo? Nos preguntaríamos: '¿De donde proceden? ¿Qué misterio es éste?'

Algo parecido podemos hacer, 'metiendo oraciones en el bolsillo de los demás'. Hace unos días tuve que ir al Corte Inglés. Y la persona que me acompañaba necesitó buscar una farmacia. Y le dije: 'déjame cerca de la entrada y cuando vuelvas me encontrarás enseguida'. Y pensé: 'voy a aprovechar el tiempo y hacer realidad lo que muchas veces digo: Pasar por la vida enriqueciendo a los demás'.

Unas gentes entraban; otras, salían. Una señora entró con un niño en un cochecito. Unas señoras intentaban comprar unos collares. Yo veía que la dependienta, con toda paciencia, sacaba un collar y otro, y otro. Al final se fueron sin comprar ninguno. Y dije para mi: 'a toda esta gente yo la puedo enriquecer. Simplemente, metiendo oraciones en sus bolsillos; y dar gracias a Dios por ellos. Seguro que se irán a sus casas más enriquecidos. No se darán cuenta, pero ya no serán igual que antes. Su corazón habrá cambiado'.

Hice esta oración:

"Bendice, Señor, el corazón de toda esta gente. Que sean felices, que cuando vuelvan a sus casas encuentre paz en el hogar.

Que te descubran en su propio corazón. Y que no tengan necesidad de tener más cosas para ser felices.

Aquella gente, tengo seguro que se fue más enriquecida a casa; y, por lo tanto, un poco más feliz.

Podemos pasar por el Mundo, empobreciendo ¡a vida de los demás y la nuestra. O enriqueciendo a todos. Y, por supuesto, también a nuestra vida".

Nuestra oración a Dios cada mañana tendría que ser:

"Buenos días, Señor. Me alegro de vivir, de tener un techo que me cobija, de que haya sol, de que pueda trabajar y de que no necesito un enorme coche ni un abrigo de pieles para echarme a andar y, poder saludar a ¡a gente con un: ¡buenos días nos de Dios!. Te deseo que seas feliz."

La vida merece la pena vivirse. Si vivimos, vivimos para ser felices. Pero en este Mundo, que nos ha tocado vivir, lleno de cosas superfluas y superabundantes, nos falta una cosa para descubrir la felicidad: la sencillez. Las cosas de cada día: apagar la tele porque tú eres lo más importante. Dar un beso, el regalo de una flor, decir: -te quiero, o -no te preocupes mañana saldrá mejor.

Mucho y bueno se puede hacer en este Mundo, aunque uno vaya en silla de ruedas. "Aprovechar las circunstancias desfavorables". "Ser agradecidos", y "Pasar por este mundo enriqueciendo a los demás".



Ángel muere el día 10 de Septiembre del año 2007; atendido por Mari Luz, quien durante estos cuatro años, de la cruel enfermedad, ha sido su buen ángel custodio

El día 12 de septiembre, con la Parroquia abarrotada de gente, despidiendo al amigo, al terminar la celebración de la Eucaristía, nos leyeron las palabras de agradecimiento que él mismo había escrito dando gracias a Dios y a la gente. Con el corazón encogido escuchamos sus palabras escritas con absoluta lucidez y como testamento de su riqueza interior.

"Cuando escribo estas líneas, todavía mi mano puede sostener con los dedos el lapicero con el cual me sirvo para pulsar las teclas del ordenador. Además presiento que, "lo que tengo que hacer, lo tengo que hacer pronto.

Siento en mi corazón un profundo agradecimiento, sobre todo a Dios porque he sentido su ternura en cada momento de mi vida.

Por supuesto, a mis padres, a mis hermanos y familia.

También a todos con los que me he encontrado en mi camino, a los amigos, y, sobre todo, a los seres tan queridos con los que he tenido el privilegio de compartir ¡a vida.

Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, porque me has creado, y en tu infinita misericordia me has llamado para ser tu amigo. Creo que puedo decir con el profeta "me sedujiste Señor, y yo me deje seducir. "

Y llegado el momento que tú dispusiste me elegiste para ser compañero tuyo, y para enviarme a proclamar las alegrías de tu Reino: Primero en Andorra, La Natividad de la Virgen, después en Zaragoza, La Presentación de ¡a Virgen.

Gracias también a cuantos, codo a codo, y entre todos, hemos ido construyendo Un sentido comunitario y El proyecto de Jesús de Nazaret.

Gracias, ¿cómo no?, a los que, con vuestro cariño entrañable, me habéis ayudado a hacer mas llevadera mi enfermedad.

Hay quien me ha dedicado un día y noche, dejando incluso su casa. ¡Gracias!

He vivido, día a día, el milagro de cómo el amor de Dios se ha hecho ternura entrañable, a través de vuestras atenciones, sonrisas, besos y abrazos.

He sido un enfermo privilegiado, porque vuestro amor me sostuvo.

He experimentado que la fuerza de Dios se realiza en la debilidad.

Si de algo ha servido mi cariño y mi amistad, con todos vosotros, apelo a vuestra comprensión, y os pido perdonéis mis flaquezas y limitaciones.

Y, por encima de todo, no estéis tristes.

No estéis tristes: Porque el Señor ha preparado, en el cielo, para todos, una fiesta de manjares suculentos. Esta fiesta, es puro regalo del amor que Dios nos tiene.

No estéis tristes: La palabra de Dios nos ha dicho que: "Dios mismo enjugara las lágrimas de vuestros ojos, y aniquilará la muerte para siempre".
Recordatorio entregado el día del funeral

Y, si lloráis, no olvidéis que los ojos, muchas veces, expresan con lágrimas lo que el corazón no acierta a decir con palabras.

No estéis tristes, ya que "Cristo ha resucitado, y con Él todos hemos resucitado ". "La bondad de Dios nos ha salvado gratis, mediante ¡a fe. Y eso no es algo que provenga de nosotros, no es cuestión de obras humanas, es un regalo de Dios."

No estéis tristes, porque en la otra ribera, ¡a ribera de Dios, "no hay muerte, ni llanto, ni tristeza ni dolor, porque el primer mundo ya ha pasado, todo es: un cielo nuevo, y una tierra nueva".

Os seguiré queriendo, pero de otra manera. El amor es más fuerte que la muerte.

Tengo que partir, pues el día ha llegado, y me están llamando.

Os dejo en todos vosotros mi cariño más entrañable, y, sobre todo, mi agradecimiento.

En la otra orilla está despuntando la aurora, llena de luz y de ternura de Dios.

Desde la ribera de Dios. Os quiero. Ángel".

2 comentarios :

  1. yo tambien te quiero Angel.

    Muchas gracias por haber podido compartir contigo parte de mi vida, Mil gracias por habernos regalado a mi marido y a mi la experiencia de vivir del Fin de Semana. Donde decubri que "Dios no hace basura ". Tambien que el amor no se consigue por que si, hay que cultivarlo al igual que las flores, ( como hacia tu madre Eusebia). Fuiste un ejemplo de amor y sencillez toda tu vida, pero sobretodo en la última etapa, la de tu enfermedad, la cual aceptaste con una fe fuera de lo comun. Recuerdo que decias : esta enfermedad no la ha traido Dios" Dios solo quiere que seamos felices.....

    Nosotros Mi marido y yo tambien hemos pasado por lo que nosotros le llamabamos "obtaculos a superar" , pero nos teniamos el uno al otro para ir adelante, como tu decias las personas no cambiamos , solo modificamos las aptitudes. Nosotros ( mi marido y yo) nos hemos querido mucho, y codo con codo hemos ido saliendo adelante trabajando nuestra relación dia a dia.
    Tambien llego a nuestra casa la enfermedad y con ella la tristeza, yo me acordaba mucho de ti y de tus reflexiones sobre ella. Mi marido enfermó y emprendio el camino de su aceptación pero tambien de no rendirse frente a la enfermedad. El junto contigo sois las dos personas que mas fe en Dios me
    han demostrado. Mi marido me decia, no te preocupes que "mi amigo " el de arriba no me abandona.

    Tu te fuiste primero y te lloramos, y aunque tu no lo querias , estabamos tristes. Mi marido se ha ido unos años mas tarde. Quiero creer , mejor dicho creo firmemente, que estareis por allá arriba juntos, siendo en parte como angeles custodios, os necesito, os añoro,
    Pero tambien os digo que voy a ser feliz , y Angel si que le doy gracias a Dios todas las noches por muchas cosas pero todos, todos los dias por lo feliz que he sido y la suerte que he tenido de vivir 32 años con mi marido y ahora con mi hija.
    Como tu bien decias, os seguire queriendo pero de otra manera.

    Por siempre. Tu ya sabes quien soy.

    ResponderEliminar
  2. Conocí a D. Angel de jovencita; siempre lo admiré. NO sabía de este blog que casualmente he encontrado. Gracias por editar esta parte de su vida tan importante por la presencia del Padre del Cielo en la vida de este gran sacerdote.

    ResponderEliminar

Calendario Parroquial
Saludo del Párroco