Escribir de la parroquia tendrá que ser con historia,
sobretodo de sus gentes. La conocí en los bajos de una casa del Camino de la
Mosquetera 162. Allí fui a vivir en el año 1976 cuando empecé a estudiar en la
universidad. Podría escribir mil páginas de aquellos años y sólo destaco la
acogida de los vecinos, sobretodo Conchita y Jesús Mª con sus hijos Ricardo y
Raúl, usábamos su teléfono y su televisión en las trasnochadas, Conchita
atendía también a mis amigos que me llamaban a su casa y sobretodo a mi madre
que quería saber si estábamos bien. Habíamos alquilado el piso por
recomendación de la maestra compañera de mi primo, Amelia, aún existe la cómoda
con cajones que nos dió. La vida voló y en enero de 1989 estrené mi primer piso
en Gómez Laguna 46, con mi marido y mi hija ya de 3 años. Y fuimos a la
parroquia en un almacén de la Bozada. Marina me preguntó cómo se llamaba la
niña y se alegró de que se llamara como ella.
Era un sitio acogedor con sillas al lado del altar. Yo recordaba a Angel
de los viejos tiempos y ya estaba Miguel, que era nuevo. Un colaborador de cada
domingo era Vicente, el de Pilar. Por primera vez en muchos años volvía a tener
un barrio y una parroquia. Se empezaba a hablar del futuro templo en el solar
del tronco o del árbol caído y se discutía de cómo y cuándo. Angel comentó que
había una oportunidad si se construía a la vez e integrada la residencia de
cáritas que desaparecía de Cesareo Alierta. Y la gente pidió y exigió que se
hiciera vivienda para “las señoritas”. Eran una institución en la Bozada,
Marina, Carmela, Pilar y Feli. Aún bautizamos a nuestra segunda hija, Violeta,
en el almacén pero pronto llegó el nuevo templo. En el año 1992 empecé como catequista, a la
vez que la empezaba mi hija Marina con Mª Carmen y luego pasé con los mayores y
conocí a Lola, Felix, y Pepa la hermana de Amelia y mucha más gente interesante
que seguro entienden destaque a los que llegaron a ser más amigos. Sobretodo traté con Miguel y Carmela, tan
distintos. Carmela tuvo que explicarme qué tipo de comunidad eran, porque yo
estaba intrigadísima. Luego entró Marina en el grupo scout con otras amigas y
entre ellas su amiga desde los 3 años, Nuria, la hija de Feli. Tengo que
agradecer especialmente a los catequistas de mis hijas, Pilar de Violeta y
Victor que fue padrino de confirmación de Marina. Formé parte del consejo
parroquial y cuando tuve responsabilidades en la universidad dejé las tareas de
la parroquia para dedicarme sólo a “estar y disfrutar”. Aún Santiago, mi
marido, ayudó con las nuevas tecnologías al principio y me alucinó Carmela que
ya tenía 80 años y fue la primera experta en ordenador. He visto cambiar la
parroquia, la enfermedad de Angel y la
llegada de Sergio, la muerte de Angel, Pilar, luego Carmela y Feli. Hasta el
año 2006 cada domingo tuve la misa de 11:00, conocí algo a gentes de la
residencia y sobretodo en el café con Miguel, Antonia la hermana de Angel,
Amor, Pilar y luego Mª Carmen, Pili, Esperanza, Pepe, y sobre todo Antonia, la viuda de nacimiento,
capaz de animar a cualquiera y a la que tengo que hacer un agradecimiento
especial. Y todo este rollo para deciros que siento que cada uno de los
mencionados somos muy muy distintos, seguro que votamos distinto y vivimos
distinto pero yo he necesitado saber y sentir que viven el mismo afecto,
necesidad y presencia de Dios. Todos somos respetables y todos tenemos miserias
y necesidad de superación. Me alegro tanto cuando los sentimientos de Miguel se
trasparentan y eso ayuda a los míos. Y os necesito a vosotras que estáis ahí
cada día sintiendo ese Viento que traspasa y nos hace grandes en la pequeñez
absoluta. La vida sigue volando y mis domingos tienen otra parroquia, con otras
gentes, pero la Presentación sigue siendo la mía, necesito de vuestra fé y
vuestro respeto a todo. No puedo dejar de confesar que me cuesta aceptar a la
Iglesia, tan dura y tan meticona tantas veces, pero vosotras sois la parte de
ella que reconozco. Sois la Iglesia que he tratado y necesito tratar para
sentir dentro el Viento de Dios que es para mi vital, aunque también os
confieso que entiendo y respeto a los que la rechazan porque también con muchos
de ellos tengo mucho en común.
Un abrazo, Paz Jiménez Seral
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