A comienzos de la década de los años 70, con el movimiento hippie
en auge en todo el mundo un joven compositor británico, Andrew Lloyd Weber,
realizó una versión musical en clave rock de la Pasión de Cristo. La historia,
situada en los seis días que van desde el Domingo de Ramos hasta la
Crucifixión, fue pasando de un simple disco a una representación teatral para
terminar siendo una película, no exenta de polémica en el momento de su
estreno, y que aún divide al público entre detractores y admiradores.
Al margen de los anacronismos intencionados y de la
falta de un contexto histórico real, la obra musical y su adaptación cinematográfica son cuestionadas por dos aspectos concretos. Por un lado por el
hecho de centrar el relato en la figura de Judas y la reducción del
enfrentamiento entre Jesús y el discípulo que le traiciona a un conflicto
político, y por otro por la decisión deliberada de finalizar la narración con
el Hijo de Dios en la Cruz, y no incluir la Resurrección con objeto de no
entrar en la discusión sobre la divinidad de Jesús.
Con todo, es una película cuya visión es recomendable más allá de la calidad
indiscutible de un puñado de canciones que hoy en día son clásicos, y que contó
con el visto bueno del Papa Pablo VI que vió en ella un medio para acercar el
mensaje de Jesús a los jóvenes.
¡Que pases una buena Semana Santa!
Alberto
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