Se avecinan días de fiesta y
seguro que todos lo pasaremos bien. Pero a veces nos perdemos en el bullicio de
las celebraciones y olvidamos lo que éstas persiguen, que es revivir el sentido
último de las mismas.
Otro aspecto que a veces se nos
pasa por alto es la forma en que ese sentido último viene envuelto. Es decir,
las manifestaciones artísticas de las que los seres humanos nos ayudamos para
explicarlo y también para entenderlo.
Y como siempre es bueno que
tengamos en cuenta esas manifestaciones, hoy empieza una miniserie de tres
posts sobre El Pilar desde el punto de vista estrictamente histórico-artístico.
Este post es el primero de dicha miniserie. ¡Vamos allá!
El Pilar es un edificio (creo que
eso ya lo sabíamos todos) y más concretamente un templo. Exactamente es una
Catedral-Basílica, lo que nos da una buena perspectiva de la importancia que
atesora. La primera noticia que se tiene del edificio o, mejor dicho, de un
edificio en el solar en el que actualmente podemos admirar El Pilar, data del
siglo IX. Fecha en la que, efectivamente, Zaragoza era Saraqusta. La advocación
de esta iglesia era a Santa María Virgen, pero su planta no tuvo una
importancia decisiva, por no decir que ninguna en absoluto, en el edificio que
hoy todos conocemos, y que empezó a tomar forma a partir de la reconquista de
Zaragoza por Alfonso I el Batallador (1.118) en que se comenzó prácticamente
desde cero la edificación de una nueva iglesia. Por la época, la iglesia de la
que hablamos es románica, pero fue a partir de la larguísima restauración de la
misma, comenzada a finales del siglo XIII y terminada a principios del siglo
XV, que nos empezamos a encontrar con parte de lo que ya hoy se puede ver. Pero
una mínima parte.
¡Ojo! Ya hemos pasado por varias
fases: prerrománico, románico y gótico. Y es de esta última que nos queda uno
de los hitos del templo: el impresionante retablo del valenciano Damián
Forment, concluido en 1509. Recordemos que en aquella época el Reino de
Valencia formaba parte de la Corona de Aragón, y hagamos un matiz respecto a lo
gótico del artista: tiene evidentes herencias de ese estilo medieval, pero es
considerado uno de los artistas españoles más destacados en la transición al
Renacimiento, que por aquellas fechas llevaba en Italia casi un siglo de plena
implantación.
En todo caso, y volviendo al
templo, el que conocemos hoy en día, y fijándonos en la forma original del
actual, ésta proviene de finales del siglo XVII. En ese momento estaba reinando
Carlos II, el último rey de la dinastía de los Austrias. Lógicamente el nuevo
edificio era mucho más grande. Fue terminado en 1730 con su planta actual, por
lo que se inscribe dentro del estilo Barroco. Es en 1765 que se termina de
ejecutar la capilla de la Virgen sobre una capilla antigua. Su autor, el
célebre Ventura Rodríguez.
Las tan representativas cúpulas,
que le dan el toque “bizantino” son ya de mediados de siglo XIX, aunque las
torres que lo rematan fueran terminadas en 1961.
Aún se añadirían otros detalles,
de los cuales el más importante es el pórtico ciego de Pablo Serrano, Venida de
la Virgen, en el centro de la fachada Sur. Pero hay tantos que exceden las
pretensiones de este post: os animo a que lo investiguéis.
En esta entrada hemos visto que
El Pilar viene de antiguo y hemos “organizado” un poco esa antigüedad. Esto es
lo que hubo. Pero, ¿qué hay? ¿Qué es lo que vemos hoy en día? Lo veremos en la
próxima entrada.
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