Por eso agradecemos al Seminario que nos deje hacer una lista que
casi, casi no podemos terminar.
Empieza con Dios, por Quien hemos salido de nuestra tierra -algunos
de nosotros literalmente- y queremos seguir haciéndolo. Gracias, porque un día
escuchamos en nuestros corazones la llamada a ser como Tú, Señor Jesús, siervos
del Padre y de los hombres, amigos de todos por pura gracia. Gracias a la
Virgen María, que nos protege y nos recuerda: haced lo que Él os diga. Vuestras voces se hacen claras esta tarde.
Querido don Vicente: gracias por su cariño y atenciones con el
seminario. Gracias por ese amor de Padre solícito, que nos enseña, poco a poco,
a serlo nosotros también. Usted está siempre en nuestras oraciones.
Gracias, queridos Rector y Vicerrector, Fernando y José Antonio, por
vuestra cercanía y vuestro ejemplo de entrega sacerdotal. Os sentimos como lo
que sois: una parte decisiva de esta Comunidad que es el corazón de la
diócesis. Gracias, Juan Sebastián, Manuel, Carlos y Jesús, como nuestro
director espiritual y confesores, sois luz, consuelo y fuerza de Dios en esta
etapa de aprendizaje.
Queridos seminaristas. Gracias porque vamos descubriendo juntos lo
que significa la fraternidad sacerdotal. Ese tesoro. Aprendemos a ser
pacientes, a lavarnos los pies los unos a los otros y a ser hombres de comunión.
A todos los sacerdotes que nos han marcado y nos marcáis, gracias.
Nuestros ojos siempre os miran. Os pedimos que sigáis acompañándonos en esta
andadura que no termina ahora; se intensifica cada instante más y más.
Queridas familias y queridos amigos. Allí donde vamos, os llevamos.
En vosotros se desvela buena parte del misterio que llevamos en vasijas de
barro. Gracias por transmitirnos la fe, por vuestro amor y vuestra confianza. Os
queremos.
Y gracias a todos vosotros, que habéis querido acompañarnos. Que
venís de parroquias, movimientos, peregrinaciones, de monasterios y casas
religiosas, de equipos deportivos, de colegios,
etc. Estamos en vuestras manos. Somos para vosotros. Y seremos aquello que nos
enseñéis a ser. Pedidnos la Palabra de Dios y el Amor fraterno que os debemos. Ésa
será nuestra mejor escuela, la nuestra y la vuestra. Rogad al Dueño de la mies
que esta casa, el seminario, se llene de muchos hermanos.
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